El Plan continental de
Independencia que habitaba en la mente del futuro libertador exigía preparar un
ejército pequeño pero bien disciplinado en suelo mendocino, sorprender al
enemigo cruzando la cordillera de Los Andes y una vez liberado Chile, reforzar las
tropas con la incorporación de las del país trasandino. Desde el nuevo
territorio libre, la estrategia se proponía avanzar por el Pacífico y atacar al
Perú desde el mar, mientras un ejército de observadores en el camino del Alto
Perú debería empujar a los realistas hacia Lima y luego de la ocupación de este
bastión colonial, continuar la marcha libertadora hacia el norte.
El primer obstáculo se erigía en
la estrategia como la montaña en el terreno, tan evidentes uno y otro, como
arduos superarlos. San Martín debía conducir el ejército con todos sus
materiales y bagajes, incluida la artillería, a través de un terreno totalmente
inhóspito; asegurando a la vez que la tropa, al final del penoso recorrido,
estaría en condiciones de dar aquella gran batalla que el Libertador ya había
previsto fuese en la Cuesta de Chacabuco. Este cruce andino ha pasado a la
historia como uno de los hechos de armas más grandiosos que ha visto el mundo.
Hoy a 200 años de aquel hecho histórico
seguimos repasando la historia y homenajeando a quien fuera nuestro prócer máximo.
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